Adán Cabral Sanguino
En
días pasados se aplicó nuevamente la prueba de Evaluación Nacional de Logro
Académico en Centros Escolares (Enlace), excepto en algunos estados como Oaxaca
y Michoacán (sólo el 33.9 % de sus escuelas), donde algunos profesores
rechazaron su aplicación como medida de protesta a la Reforma Educativa.
Como
todos sabemos, la evaluación estandarizada en México sólo ha servido para
clasificar a las escuelas en buenas, regulares y malas, y para brindar
estímulos al profesorado, pero no aporta mayor información porque no considera
los disímiles contextos en que se vive el hecho educativo. No es necesario que
se nos compare con países como Finlandia, Suecia o Japón para ver, de manera
descontextualizada, nuestras deficiencias. Las enfermedades de nuestro sistema
educativo las conocemos; el Estado debe trabajar en la cura, en la medicina, en
el cómo resolver la crisis educativa en que nos encontramos, para mejorar
nuestra calidad de vida.
En
el Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 presentado por Enrique Peña Nieto el
20 de mayo, sin definir con claridad qué entiende el gobierno federal por «calidad educativa», se anunció que los
resultados de la prueba de Enlace y la eficiencia terminal del Sistema
Educativo Nacional serían los principales indicadores para evaluarla. Este
margen tan restringido de insumos es insuficiente para valorar un proceso
multifactorial, pues la cultura de la evaluación se infiere de las
características del modelo pedagógico que la comunidad establece como base de
su estructura escolar; refleja los valores del contexto social en el que se
define, y vincula, además, la eficacia y
eficiencia del sistema educativo.
La
Secretaría de Educación Pública debe reconocer que, en México, se ha evaluado
mucho, pero corregido muy poco; revisar los cambios superficiales que se han
realizado a las prácticas educativas, a pesar de programas como Enciclomedia y
Carrera Magisterial; reconocer la improvisación en la puesta en marcha del
enfoque de Educación Basada en Competencias y escuchar, realmente, las
propuestas del profesorado que trabaja todos los días en el aula y conoce, en
la práctica, las dificultades a vencer para implementar las políticas
educativas de la administración en turno.
Es
curioso que el 10 de junio de 2013 el Secretario de Educación Pública, Emilio
Chuayffet Chemor, anunciara que, con el inicio de la Reforma Educativa, podría
eventualmente desaparecer la prueba de Enlace, debido a las denuncias de
filtración y venta de pruebas de dicho instrumento de evaluación, lo que llevó
a la SEP a interponer una denuncia ante el Ministerio Público y ante la
Secretaría de la Función Pública. Queda en duda, entonces, si se replanteará
los indicadores para evaluar la calidad educativa, pues en el Plan Nacional de
Desarrollo 2013-2018 se estipula que la aplicación de la prueba de Enlace
permite reunir información para identificar los aprendizajes que los alumnos
han construido con el apoyo de los docentes, lo mismo que para detectar
aquellos que se les dificultan.
Del
mismo modo, habrá que ver las estrategias que implementará el INEE para retomar
las demás pruebas estandarizadas como EXCALE (Exámenes para la Calidad y el
Logro Educativos) y PISA (Program for International Student Assessment), que en
su edición más reciente ubicó a México en el lugar 48 de los 65 países
participantes y en el último de los países miembros de la OCDE.
Estas
son tan sólo algunas de las paradojas del actual plan de gobierno federal en
materia educativa, que como el huitlacoche, no sabemos si es alimento o plaga,
aunque éste es un delicioso platillo de la gastronomía mexicana y los planes
gubernamentales, al día de hoy, más bien se han quedado en cartas de buenas
intenciones.